¿Hasta qué punto lo nuestro es teatro y hasta qué punto no?

Este fin de semana he estado en la Sala Delirious (donde, nota publicitaria aquí, tengo la suerte de poder actuar este próximo sábado) realizando una formación tal vez demasiado corta, pero al fin y al cabo lo que me permite la vida, sobre cómo utilizar la palabra en escena (de hecho, este era su título). Fue impartido por Cristina Francioli (os he dejado la referencia al final del post), ya con mucho bagaje como profesora tanto en habilidades teatrales como en comunicación y que incluso en su momento trabajó el monólogo cómico.

El mismo aplica diferentes conceptos de lo que en teatro se conoce como “Técnica Chejov” como evolución de la mucho más conocida como técnica Stanislavski. Claro, supongo que os sucederá lo mismo que a mi y que todo esto os sonará a géneros artísticos mucho más clásicos y que en interpretación pueden quedar muy lejos de lo que es el monólogo stand-up en sí. Pero aunque ya tenía claro que, al menos servidor, como monologuista tengo muchas carencias a la hora de hacer llegar el chiste de la mejor manera posible al público, me ha quedado claro que el trabajo por realizar es incluso mayor (o bastante mayor) de lo que pensaba.

Y tal vez aquí entra uno de los mayores prejuicios que tenemos muchos (por lo visto incluso actores) respecto a la interpretación: Relacionar lo que diríamos a pie de calle como “teatral” con lo exagerado, barroco, histriónico, etc. Precisamente una de las cosas que trabajamos en el curso: Lo que se busca con la preparación de la interpretación de un texto es generar algo verdadero o cuanto menos creíble. Que será diferente cuando estemos recreando un personaje clásico de la literatura o cuando emulemos una conversación entre amigos (que es lo que vendría a ser el stand-up).

Curiosamente una de las “investigaciones” de chichinabo que había hecho sobre temas más teatrales es precisamente un libro (he puesto el link al final del post) del propio Mijail Chejov en el que se recogen varias de las masterclasses que hizo el maestro en Nueva York. Como el mayor propósito que me he marcado esta temporada otoño-invierno es leerme todas las cosas que he ido adquiriendo y acumulando al más puro estilo Diógenes y releer alguno de los libros que leí en su momento y que probablemente ahora les pueda sacar otras cosas… Creo que este mismo ejemplar va a volver a caer al menos en modo repaso. Pero vayamos a lo que creo es interesante mientras, de paso, saludar a profe, gente de Sala Delirious (Luis & Sara) y a los compañeros de este fin de semana.

COSAS QUE AL MENOS A MI ME QUEDAN CLARAS:

  • Muchas veces los monologuistas noveles nos obsesionamos mucho con la escritura del chiste (que no es que esté mal) y cero en todo lo que le envuelve. Seguramente lo otro lo sabemos, pero por pereza, incomodidad o miedo lo dejamos de lado.
  • En un proceso de comunicación se calcula que aproximadamente un 12% de la misma corresponde al texto en sí y el 88% restante a la entonación y todo lo correspondiente a la Comunicación no Verbal. Es probable que en stand-up (sobre todo si tiras al one liner) esa estructura continua de premisa-remate podría alterar el porcentaje. Aún así, ignorar ese 88% (o lo que quede restante) es dejar muchos cartuchos cómicos en el cajón.
  • Muchos vocalizamos e interpretamos nuestro propio texto mucho peor de lo que pensamos. Y peor aún: Lo escribimos peor de lo que también pensamos.
  • Si no tenemos el texto dominado palabra por palabra, le restamos muchos puntos a lo que podamos hacer.

Sin duda, un tipo de formaciones muy recomendables para todo aquel que quiera hacer algo más que “vomitar” chistes en un bar o café teatro.

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