Tengo 42 años y no quiero vivir bajo la presión que vive ahora una persona a los 40.

En los 80s, un tío con menos de 40 años podía ir libremente con boxers abanderado, camisa desabrochada y echando un cigar con un sombrero de paja.

 

Hay una cosa de la actualidad normal, la de antes (no esta cosa en la que estamos metidos ahora), que no he soportado. Las cosas llevan un tiempo y no se consiguen de un día para otro. A mi tener 42 años me ha llevado más de 4 décadas y hay una total falta de respeto a eso.

Pero actualmente sobre nuestra generación se ha posado un nido de presión que no se había tenido antes: Ahora parece que, si tienes 40 años y no te has puesto en forma para darle una paliza a uno de 25, eres un despojo de persona. Eso sí, cuando abras la boca y quieras hablar con un chaval joven, tu desfase generacional te delatará, no te preocupes. Que igual puedes estar en forma, pero no dejas de ser un pollavieja.

Llegas a la mediana edad, el pico de inflexión, el momento en el que ya te tienes que tomar las cosas con calma y ahora te tienes que hacer triatleta, culturista o acabar la carrera que no hiciste con 19 años y viviendo en casa de tus padres. Sólo que con una protusión discal, una tendinitis de hombro… Y lo mismo dos hijos y un divorcio. A santo de qué viene esta exigencia.

Yo quiero vivir como los señores de mi edad. SEÑORES, que nadie pretendía con casi medio siglo de vida que le llamasen “chico”, de los 80. De crío veías verano azul y los padres que iban con una camisa de rayas abierta, un bañador de pinzas y mocasines sin calcetín… Y nadie les decía nada. Y no tenían 42 años, tenían 35.

Quiero mis derechos de viejo. El yayo tiene el super poder de hacer lo que le da la gana. Hacerse viejo es decir las cosas que sólo diría un borracho, pero sin haber bebido.

Ir al supermercado, llegar a caja, tener 20 personas esperando detrás y sacar un manojo de monedas del bolsillo y decirle a la cajera “venga, nena, cóbrate de aquí”.

  • Quiero mirar mal al tío que ha cogido el periódico que me gusta en el bar, aunque estén los otros 3 libres.
  • Quiero ir al banco y liar una cola en el cajero automático que llegue a la esquina, pero por placer. Por joder a la gente.
  • Quiero ir caminando lento y cuando me vayas a pasar en la acera, pararme para hacerte un bloqueo a lo Marc Gasol.
  • Quiero decirle a un chaval que no ha tenido más de una semana seguida de vacaciones desde 2008 que en mi época se trabajaba de verdad.
  • Quiero poder usar el mismo pañuelo de tela hasta febrero del año que viene. Sin lavarlo.
  • Quiero hacer frenar al coche que viene cuando estoy en el paso de peatos y que, cuando haya parado, decirle “pasa, hombre, pasa”.

 

Vale. Algunos privilegios tenemos en la actualidad. Como la de montar cenas de antiguos alumnos para luego no ir. Y sí, reconozco que podemos disfrutar de otrs hobbies como ponerte a ver gente de tu edad y pensar que están mucho peor que tú. Es decir “uy este del colegio, qué mal está” mientras vas avanzando con el andador por el salón. Pero quiero los que me corresponden de verdad.

 

No más presión para la gente que tenemos una edad. Hostia ya.

(A partir de chistes y conversaciones con filosofadas de mierda con Juma Fernández).

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