10 formas con las que he perdido el público en stand-up.

Seguramente hay más e incluso más graves, pero hoy lo que te cuento son 10 formas que me han pasado a mi con las que pasa una de las peores cosas que nos pueden suceder durante una actuación: Perder al público. Una de las normas no escritas (que ya están escritas en varios libros) en el stand-up está en una frase que seguro que has escuchado por algún sitio: Si no eres gracioso, al menos sé interesante. Que te sigan escuchando y luego ya que te digan que no saben si es un monólogo o una Charla TED. Al lío.

  1. Dar tumbos con el texto. En ocasiones empezamos a embarrancar con el público y somos plenamente conscientes. Como solución, buscamos un cambio de temática, hacer crowdwork (luego hablamos de esto), cambiar de ritmo… Sin embargo, muchas veces nos precipitamos o abusamos del recurso y lo único que hacemos es, además de tener un día malo, aburrir y agotar al público.
  2. No tener claro el texto. Sobre todo cuando está poco trabajado o hacemos bloques que no hemos usado en bastante tiempo (preparaos para cuando se pueda volver a actuar), se nos olvidan chistes, les cambiamos el orden o no nos acordamos de la estructura. Mi récord de la tontuna (y de algunos amigos) es hacer el chiste al revés: Contando primero el remate y luego la premisa. Además, al tener que estar pensando en el texto, dejamos de lado todas las cosas que hay que controlar en un show.
  3. Ser planos. Una cosa es un cómico estilo “deadpan” y otra es no tener ni tan siquiera entonación. El Deadpan es alguien que normalmente cuenta cosas o muy locas o muy absurdas y utiliza esta falta de energía como parte del show, no para quitarle fuerza al mismo (cosa que no es fácil, dicho sea de paso). Si estamos todo el rato hablando con la misma línea, volumen y ritmo, el riesgo de aburrir es importante.
  4. Energía descontrolada. Nos vamos al extremo contrario. Suele pasar cuando estamos presos de los nervios o cuando nos dicen que tenemos que ir con un nivel de energía alto. Al final acabamos gritando (o chillando, que es peor) sin que sea un rant ni nada por el estilo o cogiendo hasta una actitud agresiva o violenta frente al público.
  5. Temas fuera de contexto. Aunque a mi personalmente me hace bastante gracia cuando alguien suelta en los comentarios cosas del tipo “aysss, estoy es muy 2010”, sí es verdad que utilizar temas desfasados (como hablar de programas de la TDT que igual desaparecieron hace 5 años) y similares va a dar la sensación, de salida, de que no hemos cambiado nuestro repertorio desde hace mil. Además, lógicamente algo que ya no está en el candelero va a interesar mucho menos que algo de actualidad.
  6. Generar incomodidad. Con los temas que tratamos o con nuestra actitud. Está claro que todavía falta mucho por diferenciar en estilos de humor (algo que no pasa, por suerte, en la música, por poner un ejemplo) como el negro, pero en ocasiones podemos tener un trato o una forma de comportarse que va más allá del estilo de comedia y que puede resultar incluso desagradable, véase actuar con un par de copas de más.
  7. Controlar los tiempos y duración. Y esto es, además, una falta de respeto para los compañeros. Si tenemos un tiempo estipulado de actuación-set o de participación en un open, sobre todo en este segundo caso, debemos ceñirnos en medida de lo posible a los mismos. Empezar a alargar la actuación, aunque nos esté yendo muy bien (en ocasiones también es que nos va medio bien y nos estamos flipando), puede llegar a cansar y, como hemos dicho, si estás en una actuación grupal, puedes hacer que cuando le toque a los últimos ya esté la gente pendiente más de irse a casa o a cenar.
  8. Tics y gestos. Muy habitual en cómicos noveles o en gente que no ha revisado vídeos de sus actuaciones. Son gestos que seguramente estamos haciendo en el día a día o en cualquier otra actividad y ni nos habíamos dado cuenta, pero el problema del stand-up es que, al trabajar con tanta limitación de recursos técnicos (un micro, un cómico y a veces ni taburete), cualquier movimiento o gesto es mucho más importante y mucho más susceptible de convertirse en “ruido” (aunque no sea sonoro).
  9. Falta de claridad. Somos muchos los que hemos gastado tiempo y dinero en cursos y libros de escritura y que no hemos hecho un mínimo esfuerzo, por ejemplo, en revisar nuestra vocalización y entonación. Además de otros detalles técnicos (como alejar el micro), es habitual ver como hablamos masticando (con la boca demasiado cerrada) o directamente de forma que no se nos entiende).
  10. Feed the troll. Hablar con el público es todo un arte y saber responder de forma rápida a un heckler también. Sin embargo, podemos caer en el error de darles un exceso de bola alargando la conversación con ellos y no sabiendo cortar a tiempo, pasando de un momento que incluso puede ser muy valorado (porque incluso aunque tengamos respuestas preparadas, da una imagen de capacidad de improvisación importante) a bajar el nivel de atención del resto del público que ha venido a ver un monólogo y no una conversación con un borracho o con alguien que ríe de forma rara.

Por supuesto, si crees que hay más o, sobre todo, peores, nos los puedes comentar tanto en esta misma página como en las redes sociales donde compartimos contenido. Supongo que, para dar ejemplo, la mayoría de vosotros no ha llegado a este punto porque ha ido perdiendo la atención a mitad de texto, pero a los que habéis llegado (y a los que no), muchas gracias por leerlo!

Síguenos y comenta!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *